Los hoteles de paso

Por Cristoph
1627 caracteres

Los hoteles de paso son como flores. Todos son diferentes, perfumados según los gustos del gachupín que lo regentea; sus colores van desde los azules chillantes a los tenues pasteles. Trabajar como afanadora de hotel es muy duro, se debe tener carácter, y principalmente estómago.

Trabajé en hoteles donde se les daba una tendidita a las sábanas y se abrían las cortinas para orear los humos de las agitaciones de los convivientes. Las botellas de agua se tenían que limpiar cuidadosamente y rellenar con agua directamente de la llave. Al principio me resistí, pero vale más tener la barriga llena. En otros hoteles son obsesivos con la pulcritud, cuando entré la coordinadora entraba al cuarto con una lupa y se fijaba detalladamente en el piso y en todas las esquinas buscando vellos púbicos. Me convertí en experta en buscarlos y analizarlos, uno cree que todos son negros con forma de tirabuzón, pero hay de todos los tonos de gris hasta el blanco y los muy extraños rojos y amarillos.

Paso por la 18, me llama el inquilino. Me asomo para ver que le falta y me cierra la puerta. Quiere privacidad. Se me queda mirando igual de serio que cuando llegó y me pregunta ¿Cuanto?. ¿Cuánto que? ¿Yo? Pero si yo estoy de afanadora no porque me guste la friega. Soy gordita, pechugona, y bueno, no me rasuro las piernas porque se me escozen horrible. ¿Yo? ¿Por que no? me responde...se pone de rodillas frente a mí y me recorre los vellitos de las piernas con sus nudilllos. Se me quiere salir el corazón entre el susto y la emoción. Mi cabeza está desconectada del cuerpo. Lo alejo con las manos, pero mi cuerpo se le encima. Me baja los calzones debajo del uniforme gris y me sigue recorriendo. Me tiene de espaldas sobre la cama y comienza su vaivén.

Ochocientos pesos. Es una semana de trabajo pagada en 30 minutos. Desde entonces dejé de trabajar en ese hotel y me dedico a la calle. Se que hay para todos los gustos, sólo me arrepiento de una cosa De no haberme dado cuenta antes.

0 opiniones: